En 2010 compré una colección de cuatro libros publicados
por la editorial Página en Blanco. Uno de estos libros se llama igual que el
post: La palabra de mil cabezas, figuras literarias y su autor es el cubano
Arístides Valdés Guillermo.
El tomo explica en cinco capítulos las figuras literarias
de las que se valen los escritores y los poetas, y les prometo que esas figuras
tienen unos nombres complicadísimos como por ejemplo: Epanadiplosis, polisíndeton,
epifora…
Me pregunto a veces si los poetas se saben todos los nombres de esas
figuras literarias y cuando se enfrentan al papel en blanco determinan cosas
como: Hoy voy a escribir una epanadiplosis para dedicársela a la morena que me
trae loco. De verdad que no tengo idea si será así, pero me resulta
divertido imaginarlos en ese tipo de ejercicios.
De hecho, el libro que recién
empiezo a leer trae ejercicios y te pide que hagas un texto breve o poema con cada
una estas figuras literarias que a su vez se dividen en tres grandes tipos:
Figuras de dicción o elegancias, tropos o figuras de significación y figuras de
pensamiento.
Aún voy por las primeras figuras que son las de dicción o
elegancias y como podrán imaginar, me cuesta un mundo aprenderme el nombre que
tienen, sin embargo hay unos nombres más sencillos como el paralelismo ,que de
paso tiene un ejemplo muy conocido para los latinoamericanos, el poema del
escritor español Gustavo Adolfo Bécquer:
¡Los
suspiros son aire y van al aire!
¡Las
lágrimas son agua y van al mar!
Dime,
mujer, cuando el amor se olvida
¿Sabes
tú adónde va?
Claro que nosotros nos sabemos
la versión malandra de ese poema, la que canta el salsero Willie Colón en el
tema Gitana…
Justamente en 2010, el mismo
año en el que compré el libro, fue cuando me enteré que esa canción provenía de un
poema, me lo dijo un cronista colombiano llamado Cristian Valencia, a quien
conocí en un taller de crónicas al que asistí en Caracas.
Definitivamente, el 2010 fue bueno
para mí, ese fue el año en el que por primera vez en mi vida me monté en un
avión y también en el que por vez primera salí del país. En esa ocasión viajé a
Argentina.
Y más allá de la nostalgia de
tiempos buenos, el hecho de que el libro haya llegado de nuevo a mis manos y
que esta vez sí tenga tiempo de leerlo y hasta de hacer los ejercicios, es una confirmación de que este es un excelente año para mí, y cada día le
agradezco a Dios por ello.
Gracias a ustedes por leerme y
por alentar el espíritu de esa “gitana” que quiere ser escritora. Aunque por
allí ya me han dicho que ya lo soy. De momento, sigo estudiando a la palabra ¡que
vaya que tiene mil cabezas!